La República Dominicana se ha convertido en blanco de una propaganda arbitraria a manos de organismos internacionales que persiguen tildarnos de xenófobos, anti-haitianos y racistas. Sin embargo, podemos aseverar sin lugar a duda, que hemos sido más que solidarios con nuestros vecinos isleños, ofreciéndole una asistencia inmediata y decisiva cada vez que la han necesitado. Es evidente que muchos de estos organismos que hoy nos critican, se nutren de la miseria haitiana e incluso, algunos de estos países mantienen posturas anti-migratorias mucho más severas que la República Dominicana.
Nuestra realidad migratoria es lúgubre, diariamente invaden cientos y miles de estos seres humanos de nuestro país vecino en busca de mejorar su condición de vida. No obstante, nuestro deber es ayudar primero a nuestros dominicanos que hoy se mueren del hambre y enfermedad por las deficiencias y apatía de nuestros gobernantes.
Apoyaremos siempre cualquier iniciativa de la comunidad internacional que favorezca al pueblo haitiano, pero no a expensas de nuestra dignidad, nuestro pueblo, ni por encima de nuestra bandera y nuestras leyes. Nuestra soberanía se tiene que respetar por encima de cualquier injerencia extranjera. Así como ellas se defienden, tenemos nosotros todo el derecho de defendernos como y cuando sea necesario; promulgando leyes que aboguen a favor de nuestros mejores intereses y en defensa de nuestra libertad y soberanía.
Para consolidar nuestras delimitaciones fronterizas, debemos crear programas en zonas limítrofes e incentivos para el establecimiento de dominicanos en estas áreas donde hoy se encuentran un gran número de asentados ilegales. También apoyaremos la instalación y fortalecimiento de zonas francas y el desarrollo comercial de ésta región para robustecer nuestra presencia fronteriza y animar a la convivencia cortés, fomentando así el respeto mutuo.
Nuestra frontera con Haití requiere un control hermético para detener de manera absoluta la migración pacifica del país vecino, con una amplia y rediseñada cobertura de las fuerzas castrenses, maximizando la pena de cualquier miembro que incurra en el delito de vender nuestra soberanía (por medio de la flexibilización del control fronterizo a cambio de una remuneración), y una política estricta de deportación para quienes intenten cruzar ilícitamente.
Debemos crear programas de empleados temporales extranjeros para las áreas agrícolas, de construcción, y otras donde estos puedan ayudar a los dominicanos y a la vez proveer sustento a sus familias, siempre con estricta regulación que garantice el regreso de los visados a su país de origen.
El intercambio comercial es fundamental para éste esfuerzo y tenemos que luchar para crecer cada día más ésta cooperación en beneficio de ambos países. Apoyaremos iniciativas para la creación de tratados de libre comercio con Haití y otros países más, con incentivos que ayuden a mejorar las condiciones de nuestros países.
Favoreceremos cualquier iniciativa de los organismos internacionales a favor de abolir la migración ilegal hacia la República Dominicana, siempre y cuando estas no atenten contra los principios invulnerables de nuestra soberanía y el derecho que nos asiste de proteger nuestra integridad territorial.
Debemos perseguir invariablemente la paz, el trato humanitario, la cordialidad con nuestros vecinos isleños, pero siempre exigiendo el respeto a nuestras autoridades, nuestras leyes, nuestros símbolos patrios y nuestra integridad territorial, pues simplemente, nuestra Soberanía no es negociable.
Lo mas importante de esto es no olvidar jamas que estos organismos internacionales no son mas que entes al servicio de los mas espurios intereses y especialmente enemigos de nuestra nacion. Las dizque «naciones hermanas» no son nada de eso y se doblan mas facilmente que el carton mojado.
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